SORPRESAS DE UN SENTIMIENTO ROTO
El amor es una moneda de doble cara; por un lado, el protagonista de los actos más conmovedores, pero por otro, esparce podredumbre en las grietas de los corazones rotos. Mientras ahogo mis desengaños en alcohol, un caso ronda mi memoria para recordarme, una vez más, las locuras que provoca el confuso sentimiento.
El oficial Linares recibió el aviso de un señor llamado Pedro, vecino de la familia Gómez. Decía haber visto movimientos extraños en la casa del frente, y luego de unos minutos salió apresuradamente un hombre con manchas rojas en la camisa, que parecían de sangre. Asumí el caso; era el único detective de homicidios disponible en el momento. Cuando llegué al domicilio, la puerta estaba entreabierta. Desenfundé el arma y llamé al propietario, nadie respondió y decidí entrar.
Todo en orden, salvo el garaje; apenas atravesé la puerta, un olor metálico, bastante conocido para los detectives, golpeó mi nariz. La escena era perturbadora: las gotas de sangre corrían por todo el lugar, cada caja, objeto o adorno estaba destrozado en el suelo, y justo en el medio, yacía un hombre muerto; golpeado y degollado.
Tras llegar el equipo de forenses, me dispuse a entrevistar al único testigo, el señor Pedro.
DETECTIVE ROJAS: ¿Por qué llamó a la policía?
PEDRO: Estaba leyendo el periódico en el portal, cuando vi entrar a un señor en la casa del vecino. Luego sentí una discusión, acompañada de algunos ruidos, pero no pude comprender lo que decían. No pensé que fuera nada grave, hasta que vi salir al mismo hombre, asustado y corriendo. Llevaba unas manchas en la camisa que parecían de sangre.
DETECTIVE ROJAS: ¿Podría describir a ese hombre?
PEDRO: Blanco, pelo negro y barba, grande y un poco fornido. Iba con pantalón de tela negro, zapatos elegantes y una camisa blanca.
DETECTIVE ROJAS: ¿Alguna vez lo había visto por aquí?
PEDRO: Si. Lo he visto un par de veces, principalmente los martes y jueves, cuando Sebastián, el dueño de la casa, no está presente. Creo que es el amante de Camila, su esposa.
DETECTIVE ROJAS: ¿Y no conocerá usted el nombre del supuesto amante?
PEDRO: Lo siento oficial. Quisiera ayudarlo más, pero no se su nombre, solo sé que visita con frecuencia a la señora Gómez. Suele venir en un Mercedes Benz azul marino; lo deja parqueado a una cuadra de distancia para evitar sospechas, justo enfrente de aquella cafetería.
DETECTIVE ROJAS: Muchas gracias, eso es todo.
El testimonio de Pedro arrojó varios datos de interés al caso. La escena del crimen era un desastre y el arma homicida permanecía cerca del cadáver. Quien mató a Sebastián, no debió ser ningún experto. Las pruebas señalaban un crimen pasional, y el supuesto amante se convirtió en el principal sospechoso. Para facilitar el proceso, la cafetería me entregó de buena gana todas las cintas de seguridad, y en ellas, se apreciaba el Mercedes azul y la matrícula delantera. Al parecer, pertenecía a un tal Fernando León; y adivinen que, la descripción encajaba con la declaración de Pedro. Por si fuera poco, los forenses hallaron en el arma —un cuchillo de cocina— las huellas de Fernando.
Regresé a la comisaría y di la orden de buscar a Camila y a Fernando, ambos debían ser interrogados antes de precipitarme y dar un veredicto erróneo. A ella la interceptaron llegando a la casa. Según me informaron, la noticia de su viudez no pareció impactarle mucho. Fernando se lo puso más difícil a las autoridades, pues la casa estaba desierta y lo detuvieron en el aeropuerto intentando salir del país. Decidí interrogarlo a él primero, la mayoría de papeletas de culpabilidad le pertenecían, en cambio, el testimonio de Camila solo serviría para llenar las lagunas faltantes o verificar su posible vinculación al crimen.
DETECTIVE ROJAS: ¿Por qué mataste a Sebastián Gómez?
FERNANDO: ¡Yo no lo maté, lo juro!
DETECTIVE ROJAS: ¿Entonces por qué huías del país?
FERNANDO: ¿Sabes qué hora es? ¡Tardaron menos de cuatro horas en dar conmigo y meterme en este agujero! Todo indica que fui yo, y no hay abogado en el mundo que pueda desmentirlo.
DETECTIVE ROJAS: Un testigo te vio entrar en la casa de Sebastián momentos antes de llamar a la policía; y luego te vio salir con la camisa manchada de sangre. Sé que eres el amante de Camila, la esposa del difunto. ¿Tienes alguna explicación que demuestre tu supuesta inocencia? Y por favor, deja de llorar.
FERNANDO: Recibí un mensaje de Camila ayer en la noche pidiendo que nos viéramos hoy, en su casa. Solíamos encontrarnos los martes y jueves, que Sebastián llegaba tarde del trabajo. Los viernes estaban prohibidos, él terminaba su jornada incluso antes del mediodía, por eso me extrañó tanto. Al llegar, la puerta estaba abierta y entré sin llamar. Justo cuando cruzaba el umbral, recibí un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente. No pude ver quien fue, ni con qué, pero sí sé que cuando abrí los ojos me hallaba en el garaje; todo estaba destrozado y Sebastián yacía sobre un enorme charco de sangre en el suelo. Entré en pánico y salí corriendo. El miedo no me dejó pensar y una hora más tarde, tenía el pasaporte en la mano y un billete para el sitio más lejano que encontré. ¡Yo no lo maté, tiene que creerme, por favor!
DETECTIVE ROJAS: ¿Qué puedes decirme de ese golpe que tienes en el labio? Parece ser de una pelea, ¿no me dirás que te caíste en la ducha?
FERNANDO: Cuando desperté ya estaba así, no sé cómo habrá pasado. ¡Y no hablaré más; lo he pensado mejor y quiero un abogado!
DETECTIVE ROJAS: Que así sea, está en todo su derecho. Quédese aquí mientras llega su abogado y luego volveremos a tener unas palabras.
En dos minutos me planté en la sala de interrogatorios contigua, donde esperaba la viuda Camila. Me sorprendió verla tan serena, como si no le importara en lo más mínimo que su esposo fuera golpeado hasta el cansancio y luego degollado. Digo, no era el matrimonio perfecto, pero eso no justifica la ausencia de dolor ante semejante noticia.
DETECTIVE ROJAS: ¿Dónde estaba usted cuando su marido fue asesinado?
CAMILA: Venía de casa de mis padres. Fui a llevarles algunas cosas.
DETECTIVE ROJAS: ¿Sus padres pueden confirmarlo?
CAMILA: No estaban en casa. Entré y dejé las cosas.
DETECTIVE ROJAS: ¿Qué relación tiene con Fernando León?
CAMILA: Es un amigo…o al menos lo era.
DETECTIVE ROJAS: ¿Era?
CAMILA: Llevábamos un par de semanas sin vernos, creo que está con otra. Ya no me hace ni puto caso.
DETECTIVE ROJAS: ¿Sabía su marido que le era infiel?
CAMILA: Una vez, me pilló hablando con Fernando, hizo muchas preguntas, pero no creo que se haya dado cuenta de lo que en realidad pasaba. Era un hombre fácil de engañar.
DETECTIVE ROJAS: Según Fernando, usted le escribió un mensaje de texto anoche, pidiéndole que fuera hoy a su casa.
CAMILA: Eso no es cierto. Hoy es viernes, y los viernes Sebastián sale del trabajo temprano, no tendría sentido encontrarnos en mi casa.
DETECTIVE ROJAS: ¿Alguien más pudo haber escrito ese mensaje?
CAMILA: No. Anoche estaba en casa y allí solo nos encontrábamos mi marido y yo, además, ya le digo que no tengo tal mensaje en el teléfono. Puede revisarlo si desea.
DETECTIVE ROJAS: Quiero hacerle una pregunta, y espero que me responda con sinceridad. ¿Qué opina de la posición de Fernando? Es el potencial sospechoso del caso.
CAMILA: Realmente, me da igual. Pueden pudrirse ambos que, por mí, está bien.
DETECTIVE ROJAS: ¿Por qué tanto odio hacia su marido?
CAMILA: ¿A Sebastián? Ya sabes como funciona un matrimonio, al principio todo es muy especial, él muy lindo y atento, pero luego un día sientes que ya no te importa, pierdes interés, y cuando te quieres dar cuenta te sobra, estorba, te chupa la energía. Él nunca perdió la pasión y la fe en nuestra relación, pero últimamente estaba muy desmejorado, no lo sé, simplemente comencé a odiarlo, sin razón alguna, y ese odio creció día tras día que despertaba junto a él.
DETECTIVE ROJAS: Gracias por su colaboración. Entenderá que no puede marcharse de aquí hasta que todo se aclare.
Luego de ambos interrogatorios, las incógnitas solo aumentaron. No tenía un sospechoso, sino dos. Fernando pudo haber ido a visitar a la adultera, se topó con Sebastián, discutieron y Fernando terminó matándolo. O quizás fue, específicamente, para cometer el crimen y retirarse, pero no salió como él esperaba, Sebastián mostró pelea y de ahí el desorden. La nueva sospechosa era la mismísima Camila. Se hartó de su marido, decidió asesinarlo y le tendió una trampa a Fernando, que según ella la había cambiado por otra; dos pájaros de un tiro.
Mientras deliberaba aun en la sala de interrogatorios, me avisaron que el forense encargado del caso estaba en mi escritorio, con los resultados del examen post mortem.
DETECTIVE ROJAS: Espero que tenga algo importante que mostrarme.
DOCTOR GALVÁN: Eso creo, señor Rojas. Algo curioso llamó mi atención mientras estudiaba el cadáver.
DETECTIVE ROJAS: Soy todo oídos, doctor.
DOCTOR GALVÁN: Pues, el compañero Sebastián tenía los días contados. Digamos que solo se le redujo la cuenta un poco más.
DETECTIVE ROJAS: No le sigo, explíquese por favor.
DOCTOR GALVÁN: Sebastián Gómez tenía cáncer de pulmón, y estaba en fase terminal.
DETECTIVE ROJAS: ¿Y eso él lo sabía? ¿Su mujer lo sabía?
DOCTOR GALVÁN: No sé su mujer, pero él debía saberlo, su cuerpo estaba mostrando un importante deterioro. Hablamos de cáncer, no de un catarro, es imposible que pase desapercibido.
DETECTIVE ROJAS: ¿Algo más?
DOCTOR GALVÁN: Si, no puedo confirmarlo al cien por ciento, pero la gran mayoría de los golpes, fueron autolesiones.
DETECTIVE ROJAS: Es curioso.
DOCTOR GALVÁN: Y una última cosa, puede que solo sea debido al forcejeo, o simplemente porque le pertenecía, pero las huellas de la víctima también estaban en el cuchillo que le quito la vida.
Una epifanía de sujeciones invadió mi mente; pronto los pensamientos cobraron sentido. Me dirigí al oficial más cercano y le di la orden de liberar a Fernando y Camila. Ambos eran inocentes; se trataba de un suicidio perfectamente premeditado.